El ministerio de Timoteo debe distinguirse por el entendimiento de que toda conversión es iniciativa de Dios, y que toda comprensión de la verdad proviene de Su enseñanza. Por lo tanto, incluso aquellos que son duros de corazón y de mente cerrada no están fuera del alcance de la redención. En cada paso del camino, en cada conversación y oportunidad de enseñanza, Timoteo debe actuar bajo la convicción de que existe la esperanza de que Dios les conceda el arrepentimiento que conduce al conocimiento de la verdad.
Es muy fácil pensar que algunas personas son completamente incapaces de aprender o que nunca llegarán a entender. Pero la verdad es que ninguno de nosotros puede llegar a ser cristiano ni abandonar la falsa doctrina a menos que Dios nos conceda arrepentimiento. Y si el arrepentimiento es un don de Dios, entonces ningún falso maestro está más allá de la posibilidad de cambiar.
Debemos orar por aquellos que se oponen públicamente al evangelio, incluso si alguna vez lo creyeron. Dios puede conceder arrepentimiento al pecador más obstinado y hacer que recobre el juicio; después de todo, Él lo hizo con cada uno de nosotros.